Ayer leí en la prensa que el escritor Antonio Muñoz Molina ha sido galardonado con el premio Príncipe de Asturias de las Letras y eso me trajo un montón de recuerdos.
(pincha en la imagen para ir a la noticia en elpais)
Muñoz Molina vivió en Granada una temporada y sé que hizo colaboraciones para el Ideal, pero aunque yo por aquel entonces tenía amigos que también trabajaban allí y de vez en cuando compartía alguna de sus tertulias y salidas en grupo, nunca había coincidido con él hasta que comenzó a viajar en avión hacia Madrid.
Eran tiempos en los que el aeropuerto de Granada era tan pequeño que todos, empleados y también clientes, éramos como una familia. En la facturación entablábamos un diálogo que iba bastante más allá de lo que se espera del trato esporádico, frío y comercial, entre pasajeros y empleados de una línea aérea. Según la asiduidad del pasajero teníamos una relación bastante cálida y cordial y en bastantes ocasiones "nos contábamos nuestra vida" sin el menor recato.
Recuerdo, por ejemplo, la preocupación de Enrique Morente cuando su hija Estrella, que entonces solo tenía dieciséis años, iba a actuar en la Gala de Presentación de los Campeonatos de Esquí Alpino de Sierra Nevada. Me contaba que su niña era una artista como la copa de un pino, pero que lo de la gala le quitaba el sueño, mientras esperaba que le diera un billete prepagado a Madrid. Me acuerdo como si fuera ayer... Eso va a ser un principio de Alzheimer :-( porque fíjate que no recuerdo la mitad de las cosas que hice ayer, el ayer real, pero ¡cuántos ratitos de charla con Enrique Morente me vienen ahora a la cabeza!
Ainssss que me voy por las ramas... A lo que iba. Que Muñoz Molina acababa de ganar el Planeta con El jinete polaco y por aquella época pasaba a menudo por el aeropuerto.
Estaba yo estudiando Magisterio por aquellas fechas - una ventolera que me dio ya cumplidos los 34 años - y el profe de Literatura, José Heredia Maya, autor, poeta, todo un personaje y el primer catedrático gitano en una universidad española, nos puso como trabajo un comentario extenso sobre la obra El invierno en Lisboa, que Muñoz Molina había publicado unos años antes.
Representaba un buen porcentaje de la nota final del curso, así que me leí la obra a conciencia e hice el consiguiente comentario, y la siguiente vez que Muñoz Molina pasó por el aeropuerto de camino a Madrid se lo dije: Que José Heredia nos había hecho leer su novela y que, seguramente por ser una obligación, no había acabado de gustarme.
Que sí, que teníamos un trato cordialísimo con los pasajeros frecuentes y todo lo que queráis, pero como podéis suponer, inmediatamente después de soltarle tal lindeza al autor del libro, la realidad de lo que estaba diciendo se me vino encima y se me tuvo que notar en la cara la sensación de ¡ay Dios! he metido la pata hasta la cadera.
Pues fíjate que va a ser verdad lo que, según la wikipedia, Muñoz Molina ha dicho en algún momento sobre sus obras finalizadas:
"Soy muy desapegado hacia las cosas que ya he escrito. Nada más terminarlas me alejo de ellas, así que dejan de interesarme enseguida"porque lo único que se le ocurrió decirme fue: "No te preocupes. Si a mí me hubieran hecho leerla por obligación, seguramente tampoco me habría gustado". Yo respiré un poco más tranquila y Muñoz Molina ascendió dos peldaños en la categoría de pasajeros perfectos.
Aunque más adelante he ido leyendo más obras suyas, tengo que reconocer que no está entre mis autores favoritos ¡qué le vamos a hacer!. De hecho me gusta muchísimo más cómo escribe su señora esposa, Elvira Lindo, a la que me "enganché" leyendo sus Tintos de verano, los tres libros que recopilaban sus artículos veraniegos en El País, y es que tiene esa manera de escribir, como si estuviera hablándote, que a mí me fascina y, claro, cada vez que nombraba a "su santo", aunque jurara y perjurara que no eran relatos reales, a mí se me venía a la cabeza lo del Invierno en Lisboa y es que me imaginaba las escenas como si las hubiera visto.
Las chicas de Iberia "de toda la vida" le cogíamos mucho cariño a "nuestros pasajeros" y nos alegrábamos con sus éxitos como si fueran de la familia. Por eso me alegré mucho cuando fue elegido miembro de la Real Academia Española para ocupar el sillón u minúscula en 1995 y cuando se fue a Nueva York a dirigir el Instituto Cervantes. Y por eso me ha alegrado mucho la noticia de lo del Príncipe de Asturias.
¡Enhorabuena, Antonio!
♥ ♥ ♥
PD. Con esa manía que tengo de guardarlo todo, hoy también me he acordado de que aún debía tener un autógrafo suyo -firmado en el reverso de una de sus tarjetas de embarque- por casa:
¡Qué tiempos aquellos!
No he leido a Muñoz Molina, por lo que nada puedo opinar de su trabajo, pero, si hay dos cosas que quiero comentar.
ResponderEliminarLa primera, en referencia a él, es que me alegro de que reciba el Principe de Asturias, ya que en los últimos años, son poquísimos los escritores españoles que lo reciben.
Y la segunda...que, me encantan tus comentarios y el desenfado y alegría que hay en ellos. O como en este caso, esa nostalgia al pasado que hasta a mí me a puesto a recordar.
Gracias.
Gracias a ti por estar siempre pendiente de comentar. Y tienes razón, ya era hora de que los del Principe de Asturias volvieran los ojos a nuestras letras, que tenemos autores, no tan buenos, sino mejores, que cualquier autor mundial. Pero parece que en lo español solo es notorio el deporte :-(
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