Esas veces que, aunque ya tienes capazo y medio de ropa sucia, por si acaso, das la voz desde la cocina: ¡¿Habéis puesto ya en el lavadero todo lo que tenéis para lavaaaarrrrr?! ¡Qué pongo la lavadora de ropa de coloooorrrrr!
Y empiezan a contestar: ¡No, no, espera, espera! y cuando te das cuenta, no puedes llegar ni a la lavadora de la montaña de camisetas que han acumulado en medio minuto :-(
Que levantas el puño al cielo (procuras ponerte a contraluz junto a la ventana del lavadero) y emulando a Scarlett O'Hara sueltas aquello de: ¡Juro solemnemente que en esta casa no entra una camiseta nueva más, que tenéis un ciento!
Total, que de golpe y porrazo, al menos da para dos lavadoras y el espacio de tendido es finito (en contradicción a infinito, me refiero), o sea, más bien escaso, así que tiendes la primera y te preguntas cómo leshesss te las vas a arreglar para tender la segunda.
Y conste que lo del planchado lo digo porque, con el tiempo, todo el mundo baja mucho el listón de la plancha. Esa es una realidad que está ahí. Que empiezas planchando hasta los trapos del polvo (que yo era la primera que lo hacía) y luego vas quitando y quitando y al final acabas planchando lo justo.
Yo soy de la opinión de que llegamos a ese punto por dos vías:
La primera es porque una (o uno) empieza siendo un ente de planchado individual -con una cantidad asumible de tarea de plancha- que tiende a expandirse en familia. Pero la cantidad de plancha nunca se expande de manera proporcional al número de miembros de la familia. En mis planchados, mío, lo que se dice mío, hay dos camisetas y dos camisas, por junto... Frente a las veintitres camisetas (de media) que acumulan mis dos hijos. Que empiezo a echar cuentas y no me salen:
2 hijos. 1 camiseta al día. 7 días a la semana. Eso salen 14 camisetas, aunque seas de la Logse
¡Pero bueno! ¡Vosotros cuántas camisetas os ponéis al día! ¡Es que os creéis que esto es un pase de modelooooossss!
Y claro, cuando ya el trabajo no lo realizas de manera proporcional al beneficio que tú, particularmente, obtienes, empieza a quemarte la sangre.
Y luego, teniendo en cuenta que somos nosotros, los de mi tramo de edad, los que estábamos concienciados por nuestras madres de que si algo no estaba planchado, era lo mismo que si estuviera sucio, -que ahora, por suerte para las futuras generaciones, esa "tradición familiar" se está perdiendo-, mi segunda vía por la que se llega al planchar lo menos posible es la de la relatividad del tiempo invertido:
Cuando estábamos empezando nuestra vida en solitario (o en pareja) con todo el tiempo del mundo por delante, emplear hora y media en planchar no era relevante. Ahora, que ya tenemos una edad, que empezamos a ver que el tiempo que tenemos por delante es tan finito como el espacio para tender, emplear hora y media en planchar es un agujero negro de tiempo perdido que cada vez se te hace más improductivo.
Como creo que más de uno estará de acuerdo con cualquiera de mis dos teorías, o tendrá una tercera tan válida o más, espero que este truquillo también os solucione un poco la vida ;-)
♥ ♥ ♥
P.S.
A raíz de una duda que le surgió a Teresa de Valladolid sobre las marcas que quedaban en los hombros de los jerseys de lana al tender de esta forma, tenéis un complemento a esta entrada aquí: Más sobre tender en perchas, con la solución al problema.
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