Tener buena memoria es algo que siempre he envidiado -y eso que no soy de mucho envidiar- pero debe ser un gustazo vivir algo y saber que lo vas a recordar toda tu vida. Yo, a veces, ni los buenos momentos. De pronto un día me llega un recuerdo a la mente y me pregunto dónde ha estado escondido todo este tiempo y cómo es posible que se me hubiera olvidado.
Tenía una compañera en Iberia, Emilia, que tiene una memoria digna de envidia. Cuando gestionábamos las reclamaciones desde el propio aeropuerto, su memoria nos salvaba en más de una ocasión, porque, por extraño que parezca, mucha gente no reclama de manera inmediata al hecho causante de la reclamación y, a veces, nos llegaban reclamaciones sobre hechos que se remontaban a muchos meses atrás.
Ahora todas las reclamaciones se derivan al Deptº de Atención al Cliente en Madrid, donde responden con el modelo A, B o C según sea el motivo de la reclamación, pero cuando las contestábamos nosotros, cada una se trataba de forma personalizada y muchas veces había veces que echar mano de Emi.
Más de medio millón de pasajeros atendidos durante un año y era capaz de acordarse de lo que había sucedido siete meses antes con un pasajero que reclamaba que tal día no se le aceptó al embarque por llegar tres minutos tarde. Difícil ¿eh? Pero no sólo recordaba qué había hecho el pasajero -como que salió a fumar al exterior del edificio terminal y no se enteró de las voces de embarque, o que en realidad llegó a la puerta diez minutos tarde porque estaba despidiéndose de su novia antes de pasar el control de seguridad - sino qué hacían todos los implicados en el embarque y te contaba que tú, o sea yo, habías hecho esto y aquello y tú, o sea yo, estrujando las neuronas a todo trapo para poder acordarte aunque fuera de la escena global, no ya de los detalles... pero que si quieres arroz, Catalina.
La memoria de Emi es algo totalmente notable. Y a mí siempre me hubiera gustado tener aunque fuera la mitad de buena memoria que ella. Aunque tener buena o mala memoria puede ser tanto una bendición como una maldición. Debe ser agradable recordar tantas cosas, pero también penoso, porque no solo recuerdas lo bueno, sino también lo malo. Y, lamentablemente, hay muchas cosas que es mejor olvidar.
Pero si hay algo que me pone de los nervios es la gente con memoria selectiva. Y definitivamente no puedo con la -para mí mal llamada- memoria histórica.
Creo que me he referido a ello en otras ocasiones, pero yo soy de las que pienso que la Historia está ahí para que aprendamos de ella, no para que la juzguemos. Tenemos que aceptarla tal como es porque toda ella nos ha conducido al punto en que estamos ahora. Toda ella, con lo bueno y lo malo. Y no siempre algo bueno lo sigue siendo en una época distinta. Al contrario. En muchas ocasiones lo que era aceptable en el pasado ahora lo consideramos totalmente deleznable y viceversa.
Os cuento esto porque ayer me me gustó encontrarme esta noticia en la prensa:
(pincha en la imagen para ir a la noticia en el ideal.es)
Realmente no sé los motivos por los que el Ayuntamiento haya reaccionado así, y más que posiblemente sólo sea que, como se dice ahora: Esté escenificando el alejamiento de sus posturas. Pero por lo que a mí respecta, prefiero pensar que alguien, en un momento de lucidez, ha decidido que si se tiene que tener memoria selectiva, que sea la Junta de Andalucía la que la tenga y no el Consistorio. Así que en un dosier de cincuenta páginas, según la noticia, le ha enviado el listado con todos los nombres de las calles de Granada y que la Junta decida cuales son las dignas de ser preservadas en la memoria colectiva y cuales las que hay que hacer desaparecer.
Porque ¿en qué te basas para borrar de un plumazo una parte de la Historia?
Pensaba en ello cuando empezaron a oírse voces que proponían demoler El Valle de los Caídos porque en su construcción la mano de obra utilizada fueron presos, obligados por las autoridades franquistas y sirve de mausoleo a un dictador. Es verdad, aunque lo lógico sería dejar que antes, en Egipto, decidieran demoler las pirámides por la misma causa exactamente: En su construcción la mano de obra fueron esclavos y su fin era servir de morada eterna a los faraones, que eran los dioses en la tierra y tenían poder sobre la vida y la muerte... que más dictador que eso, no sé yo. Al fin y al cabo las pirámides llevaban tres mil años en pie cuando se construyó el Valle de los Caídos. Parece justo que sean las primeras en demolerse ¿o no?
En Granada andamos siempre a vueltas con nuestra historia, aunque sea sobre hechos que no están bajo la regulación de la famosa Ley de la Memoria Histórica, que se aprobó en 2007 y por la que se reconocen derechos a favor de los que sufrieron persecución o violencia durante la Guerra Civil y la dictadura franquista. Una finalidad muy loable, si no fuera porque -y siempre desde mi punto de vista- la manera en la que nos hemos acostumbrado a invocar esa ley es el paradigna de lo que es la memoria selectiva.
Y es que en una ciudad en la que han convivido tres culturas, como es Granada, por fuerza tiene que haber ejemplos de actuaciones políticamente incorrectas para dar y tomar a lo largo de la historia. Y -ya os he hablado de ello en otra ocasión- pasa lo que pasa, como que todos los años, el dos de enero, se recrudezcan las discusiones entre los que defienden los actos conmemorativos de la Toma (de Granada por parte de los Reyes Católicos) y los que la consideran un recordatorio del triunfo de un pueblo sobre otro que no debería ser objeto de exaltación... Que, casualmente, son los mismos que no tienen el más mínimo problema en pasear todos los días -los más afortunados, incluso vivir- en la calle Reyes Católicos, una de las principales y más exclusivas de la ciudad.
Y hablando de Reyes Católicos, me extraña que, ahora que millones de españoles están viendo la serie Isabel, a nadie se le haya ocurrido que Isabel y Fernando -que tanto monta, monta tanto- tuvieron un comportamiento deleznable con el pueblo judío (no solo en Granada, sino en toda la península) y se manifiesten a favor de borrar también esa parte de nuestra historia, destruyendo sus sepulcros y tapiando la Capilla Real, porque ese comportamiento racista no tiene cabida en nuestro mundo actual.
O, como decían en un comentario a la noticia: Los árabes en España tampoco fueron unos santos y perpetraron verdaderas masacres entre los cristianos ¿por qué no derribamos la Alhambra, la Torre del Oro, y le cambiamos el nombre a todos los ríos que empiecen por Guadal?
Y no nos vayamos a pensar que en el resto de España están más a salvo o que esto se va a quedar así, porque en cuanto empiece la comunidad hispanoamericana a protestar por los símbolos propios del descubrimiento y conquista de América, cientos de plazas se quedarán un poco más diáfanas al quitar las estatuas de los conquistadores -parafraseando Casablanca: Siempre me quedará el recuerdo de cuando fui a Trujillo, uno de los pueblos más bonitos que conozco- y luego vendrá Bruselas y dirá que no es propio de un país de la Comunidad Europea hacer exhaltación de la lucha entre dos países hermanos y miembros de la misma comunidad y entonces desaparecerá todo lo que pueda considerarse símbolos de la lucha contra el invasor francés, que tengo yo unos amigos en la calle Agustina de Aragón que, por aquello de cuando las barbas de tu vecino veas pelar, ya están preparando el cambio de membretes.
Veo un futuro en el que todas nuestras calles serán nombradas como en Nueva York: La calle 48, la 89, la quinta avenida, la tercera... para que todas ellas sean históricamente correctas, y en lugar de estatuas pondrán grupos de espejos donde solo veremos nuestra imagen y nuestro presente. Ese será el triste destino que sufrirán todos los recuerdos de nuestra historia: El desmantelamiento, el silenciamiento y el olvido.
En fin, que todos seríamos un poco más sabios si en lugar de intentar borrar nuestro pasado, que es el que nos ha hecho como somos, nos dedicáramos a aprender de los errores cometidos para no recaer en ellos, porque como dice la frase -atribuida a varios prohombres insignes, desde Marco Tulio Cicerón hasta Napoleón-
Los pueblos que no conocen su historia están condenados a repetirla
Yo, por si acaso, aplaudo el gesto del Ayuntamiento, aunque no haya sido por los motivos que yo quiera ver en ello y, para entretener la espera de la decisión de la Junta, os aconsejo dos libros interesantes:
- El libro de las Tradiciones de Granada de Francisco de Paula Villa-Real, de la que hay una preciosa edición facsímil de la edición original de 1888 realizada por Ediciones Albaida.
- Las calles de Granada de Julio Belza y Ruiz de la Fuente del que existen numerosas ediciones que podréis encontrar a través de Google.
Mientras los releo, cruzaré los dedos, porque según el libro de Belza, el Faus al que mi calle debe su nombre, además de ser director de la Banda Municipal de Granada durante 30 años, fue profesor instrumentista en el Regimiento de la Guardia del Generalísimo -es lo que tiene haber vivido en tiempos de la dictadura franquista, que a cualquiera le pueden sacar un color- no vaya a ser que me cambien la calle de nombre y con mi falta de memoria... lo tengo crudo.
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A ver!!! Ponerle algo más a tu artículo sería embarrar algo que está de lujo!!! Al menos, desde mi punto de vista, que prácticamente se calca al tuyo.
ResponderEliminarEn cualquier caso, si voy a aprovechar tu foro para dar unas pinceladas de opinión (la mía, naturalmente).
... Esto de la Memoria Histórica, o mejor dicho, estos de la MH, es una de tantas de nuestra sociedad aburrida, pija, buen rollito, snob, progre, vanguardista, avanzada por ende los mares, etc, etc...
No tienen problemas en los que pensar y a los que dedicarle tiempo y por eso lo pasan rebuscando en legajos, escarbando en las cunetas, desatornillando placas, retirando monumentos de manera furtiva a altas horas de la madrugada y...más...pero mucho más.
Pero lo malo es que con sus actos, partidistas y sectarios, pretenden eliminar pruebas de la historia para recuperar otras, al parecer más importantes según ellos, y no se percatan que tiren lo que tiren, cambien lo que cambien, la historia es lo que es o mejor dicho, lo que fue, porque para hablar de historia hay que mirar al pasado, reciente o lejano, pero pasado.
Derribar el Monumento del Valle de los Caídos; cambiarle el nombre a Guadiana del Caudillo, o escarbar 30.000 cunetas en busca de los restos de Federico, u otro, que no por ser personaje celebre, fue menos importante, puede parecer una buena idea...para esos que miran sólo para un lado y se olvidan que también hubo otro (fosas comunes de Tabernas, por ejemplo)... Y no caen en cuenta que la historia, en este caso la nuestra, es la suma de ambos bandos, sin distinción. Y que no son unos más o menos que los otros; ni vencedores o vencidos; ni rojos o azules...Porque, pasado el suficiente tiempo, son historia y si hay que hacer memoria de ella, también hay que hacerla de todos, sin excepción.
Ahhh!!! Por cierto!
ResponderEliminarYo si envidio a Emilia. Me encantaría tener esa habilidad, poder, o como lo queramos llamar. Y si con ello recuerdo igual lo bueno y lo malo, ese es otro problema. Ya me encargaría yo de gestionar todos esos recuerdos.
En mi caso, no es que esté muy perdido, pero si lo suficiente como para que algunas cosas tarde mucho en encontrarlas en mi cabecita y, desde luego, a no ser que le ponga empeño, lo de la memoria fotográfica, al detalle, en ocasiones y no como algo innato.