Los martes por la tarde, mi amiga Paqui y yo nos juntamos en la puerta del Polideportivo Nuñez Blanca y andamos durante una hora por toda la zona del Palacio de Deportes antes de que ella entre en clase de yoga. Si llueve, nos tomamos un cafetito en T-Cafeto, pero sólo nos ha llovido una vez lo bastante como para recurrir a la opción del café. Aunque haga un día de perros, hemos tenido suerte hasta ahora y, nos arrebujamos más en el polar, pero andamos.
Cuando eres joven, como el círculo de tus amigos lo estás creando entre la gente con la que compartes colegio, instituto, universidad o actividades extraescolares, gente a la que ves a diario, no tienes problema, porque día sí, día no, tienes ocasión de verlos. Pero conforme vas teniendo más años y más obligaciones y el tiempo más ocupado y cada uno ha tirado por caminos distintos ¡mira que es simple volver a la costumbre de quedar con los amigos a menudo, y cuánto nos cuesta a veces!
Cada vez que nos juntamos las compañeras del trabajo (fuera del curro) acabamos diciendo lo mismo: Tendríamos que hacer esto más a menudo. Juntarnos aunque sea una vez al mes y la que pueda venir que venga y la que no, al mes siguiente.
Igualito pasa cada vez que nos juntamos el grupo de amigos. Llevamos años ¡años... muuuchos años! diciendo que deberíamos tomar la costumbre de vernos cada x, el primer fin de semana del mes, el último viernes, cuando sea, pero mantener una cadencia y no esperar a que sea el cumpleaños de uno o de otra o una ocasión especial. Pero una vez por otra, el proyecto no acaba de cuajar y, como el tiempo pasa que vuela...
Claro está que yo antes lo tenía mucho más difícil para compaginar horarios con el resto de la gente, y ahora estoy disfrutando del "a mí cualquier día me va bien" :-) pero si nos lo propusiéramos, tampoco sería tan complicado.
Así que resultó que un día, como el Polideportivo está en mi barrio y Paqui viene a hacer yoga los martes, quedamos como el que no quiere la cosa en vernos un ratillo antes de la clase y echamos a andar y, al despedirnos, dijimos lo típico de oye, pues el martes que viene, si hace bueno, podríamos quedar también... y a las dos o tres semanas, en una ocasión en que nos juntamos todo el grupo, comentamos lo de nosotras tenemos la costumbre de andar los martes y ahí, al verbalizarlo, se empezó a consolidar realmente como costumbre y ya llevamos un puñado de martes echando nuestro ratito de andar y de charla, que nos viene estupendamente para hacer un poco de ejercicio y sobre todo para ponernos al día de lo que hemos hecho durante la semana.
Como ya tienes esa "cita" en cuenta, procuras no concretar ninguna otra actividad para entonces, pero si un martes tenemos algo insalvable que hacer (como este último, que era el cumpleaños de mi hermano y teníamos tarde de café y tarta), pues nos llamamos para avisar y punto pelota, hasta el martes próximo, sin problema.
Aunque los amigos de verdad, aunque se vean muy de vez en cuando, en media hora se ponen al día y es como si se hubieran visto cada semana, es bonito tener la costumbre de verse mucho más a menudo y además tienes ocasión de plantearte nuevas actividades para hacer juntos de manera más inmediata que si lo planificas de uvas a peras.
El caso es que en uno de esos martes, poco antes de Navidad, salió el tema de ir un día al Parque de las Ciencias, que hacía siglos que no íbamos y, resultó que a las dos nos apetecía un montón, porque ella no iba desde que sus sobrinos eran pequeños y la última vez que fui yo fue en octubre del 2006, que estuve con mi madre y mis hijos aprovechando que estaba la Exposición itinerante del Titanic y por aquel entonces aún no estaba hecha la ampliación con los pabellones nuevos.
Entre pitos y flautas la visita se ha ido retrasando hasta ahora, pero ayer, por fin, a las 10 de la mañana estábamos como clavos en la puerta del Parque y...
;-) el resto os lo cuento en otra entrada.
♥ ♥ ♥
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